LAS TEMIDAS RABIETAS: COMO EVITARLAS
Desde el primer año hasta los tres o cuatro años, los deseos e impulsos que presentan los niños son muy fuertes; debido a que tienen poca experiencia en tolerar frustraciones y su lenguaje y sus habilidades de expresión y descarga todavía son limitados.
¿Y qué mejor manera de expresar el disgusto y la frustración que una buena rabieta?
Se trata de un comportamiento normal en el desarrollo. Las rabietas son más frecuentes e intensas en algunos niños que en otros y empeoran con la fatiga, el apetito o cualquier tipo de malestar.
Cuando el lenguaje se amplía, si hacemos las cosas bien, las rabietas empiezan a disminuir, ya que poder hablarse a sí mismo le permite al niño regular sus emociones y reacciones. La capacidad de hablar consigo mismo es un logro fundamental en el desarrollo del ser humano. El acceso a esa habilidad le permite controlar los impulsos de manera más eficiente. Es frecuente que a los más chiquitos los escuchemos hablarse a sí mismos. Por ejemplo, pueden decirse: «No se toca». A medida que van creciendo, esos monólogos se transforman en discursos internos, en pensamientos que controlan el comportamiento voluntariamente.
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA PREVENIRLAS?
- Si sabemos que una situación los frustra demasiado y los desborda, lo más inteligente es evitarla hasta que logren enfrentarla de otra manera. Por ejemplo, no llevarlos al supermercado, que es un lugar donde no pueden tocar, comer ni tener todo lo que ven; no mostrarse exigentes con ellos cuando tienen sueño o es la hora de comer…
- Otras veces basta con darles la posibilidad de elegir algo: «¿Quieres bañarte antes o después de comer?».
- Como todavía son muy dependientes de la fuerza del estímulo, aún es posible distraerlos y cambiarles el foco de atención de lo que «no se puede» a algo que «sí se puede».
- Y antes de negarnos a algo o limitarlo, será mejor que pensemos si es realmente necesario, porque hay asuntos que no tienen tanta importancia como para provocar un episodio de estrés. ¿Quiere comer arroz con yogur?… ¿Por qué no?
QUÉ PODEMOS HACER UNA VEZ QUE SE PRESENTAN:
- Si no pudimos evitar la rabieta, es importante mantener la calma. ¡No ayuda responder a la rabieta del niño con una rabieta de los adultos! Nuestra reacción es una lección de cómo responder frente a un conflicto.
- Siempre que sea posible, lo mejor es ignorar la rabieta. Si estamos seguros de que el niño o la niña no corre peligro, tratemos de continuar con lo que se estaba haciendo, como si no pasara nada.
- Si no es posible sostener esa actitud porque puede lastimarse o está en un lugar o situación inadecuado, lo cargaremos de manera firme pero no violenta y lo llevaremos a un lugar más apropiado para dejar que la rabieta se calme sola.
- Si le cuesta salir de su rabieta y no sabemos cómo ayudarlo, podemos hacerlo diciéndole: «Te voy a ayudar a que salgas de esto». También se lo puede mecer, cantarle o abrazarlo para calmarlo.
- Nunca vamos a acceder a darle o hacer lo que quería, aunque sea posible o razonable. Tiene que aprender claramente que una rabieta no lo acerca a ninguna solución.
- Una vez que la rabieta pasó, podemos manifestarle la alegría de que haya recuperado el control y enseñarle cuál habría sido la mejor manera de actuar o de expresar lo que sentía, estimulando el uso de palabras.